Podcast: Laura en Mujer Transparente

Laura en Mujer Transparente: amistad y principios. La mujer cubana en el laberinto de la soledad

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Podcast: Laura en Mujer transparente: amistad y principios. La mujer cubana en el laberinto de la soledad

Bienvenidos a AmaELEspañol, donde exploramos el español cubano a través de sus películas. Este es Cine cubano en voz alta, un espacio para entender la isla desde lo que sus historias muestran… y también desde lo que callan.
Soy Ada Iglesias. Trabajo con el español en su variante cubana y desarrollo una investigación doctoral sobre el cine cubano contemporáneo. Hoy quiero invitarte a mirar uno de los cortos más intensos y emocionalmente complejos de Mujer Transparente: Laura, una pieza situada justo en el borde del “Período Especial”, cuando Cuba empezó a fracturarse entre los valores que había enseñado durante décadas y una realidad que cambiaba con enorme rapidez.
En esta historia seguimos a una mujer distinta a las protagonistas de los otros cortos. No es tan joven como Zoe, no está encerrada como Adriana ni atrapada en la pareja como Isabel o Julia. Laura pertenece a una generación formada en el trabajo, la austeridad y la fidelidad ideológica, una generación que creyó en la épica revolucionaria… hasta que la vida comenzó a empujarla hacia otro lugar.
Para comprenderla mejor, situemos el corto en su contexto. Tras el triunfo de la Revolución en 1959 y la llegada de Fidel Castro al poder, comenzó un éxodo sostenido de cubanos hacia el exterior, especialmente hacia Miami. Ese flujo alcanzó un punto crítico en 1980, durante el éxodo del Mariel, cuando más de cien mil personas abandonaron la isla en apenas unos meses. Los llamados “mítines de repudio” se convirtieron entonces en una herramienta central de la propaganda oficial: gritos como “¡que se vayan, no los necesitamos!” o “¡pin, pon, fuera, abajo la gusanera!”, buscaban deslegitimar a quienes emigraban, etiquetándolos como “gusanos”. Sin embargo, un año antes, en 1979, el gobierno había autorizado por primera vez el regreso temporal de los cubanos emigrados. A esos visitantes se les empezó a llamar “la comunidad”, un término que sustituía estratégicamente el insulto político y abría la puerta a una relación más pragmática con la diáspora cubanoamericana.
La década siguiente trajo un giro aún más abrupto. En 1989 cayó el Muro de Berlín y poco después se desintegró la Unión Soviética, principal sostén económico de Cuba. De la noche a la mañana, el país quedó sin su soporte externo y entró en una crisis profunda. Comenzaba el llamado Período Especial, una etapa que obligó a millones de cubanos a adaptarse a una realidad para la que no estaban preparados: apagones prolongados, escasez, transformaciones sociales aceleradas y una reconfiguración brusca de valores. Muchos quedaron descolocados, formados en un sistema que de pronto ya no coincidía con la vida diaria. Cuba tuvo que reinventarse, y con ella, la identidad de quienes habían crecido creyendo en un orden que acababa de desmoronarse.
En ese nuevo escenario, el corto sitúa a Laura. El turismo crece vertiginosamente, el dólar circula en espacios esenciales, el CUC comienza a aparecer y la prostitución orientada al turismo resurge como forma de supervivencia. Laura observa cómo el lobby del hotel se llena de jóvenes maquilladas y en tacones que esperan a los extranjeros; el cuerpo femenino empieza a funcionar como moneda. Ella no ejerce la prostitución, pero aun así es tratada como una más. Su formación, su trabajo, su dignidad… nada logra protegerla de ese etiquetado inmediato. Lo visible pesa más que lo verdadero.
En este punto conviene recordar que, durante esos años, los cubanos tenían prohibido hospedarse en los hoteles del país e incluso subir a las habitaciones, salvo contadas excepciones laborales. Esa restricción convertía al hotel en un espacio vedado: un oasis donde sí había luz, agua, diversidad de productos y comida, pero todo exclusivamente en dólares. Para la mayoría, ese mundo era inalcanzable. La única forma de acceder —o siquiera acercarse— era a través del turismo, ya fuera mediante un trabajo muy específico o, como muestra el corto, mediante la prostitución orientada a extranjeros, una práctica que resurgió como respuesta directa a la desigualdad introducida por la economía en divisas. El hotel, entonces, deja de ser un simple escenario: se vuelve el símbolo más claro de una fractura social y moral que Laura experimenta en carne propia.
Durante décadas, la posesión de divisas —especialmente dólares estadounidenses— estuvo prohibida en Cuba y podía implicar decomisos, multas severas e incluso penas de cárcel. Pero mientras la ley mantenía esa penalización, la vida real avanzaba en otra dirección: el turismo crecía, las remesas circulaban de manera informal y cada vez más cubanos sabían que el dólar, aunque clandestino, era la llave de acceso a bienes que el peso nacional no podía garantizar. Esa contradicción se volvió evidente a principios de los años 90. Aunque el dólar continuaba siendo oficialmente un delito, la economía empezó a girar alrededor de él: los hoteles operaban en divisas, las tiendas para extranjeros tenían precios inaccesibles en pesos y una parte creciente de la población se vio empujada a relacionarse con turistas porque era la única vía de acceso a moneda fuerte. La legalización posterior solo formalizó un proceso que ya estaba ocurriendo: una transición silenciosa donde la economía cambiaba de lógica mientras la ley intentaba sostener un mundo que ya no existía.
Esa transformación económica e ideológica es también una transformación de género. La mujer cubana disciplinada, abnegada y heredera del deber revolucionario se enfrenta ahora a un nuevo modelo femenino: sexualizado, estratégico o simplemente sobreviviente. A esta tensión se suma el reencuentro con Ana, su amiga emigrada. Allí se abre otra grieta: la amistad femenina rota por el exilio. Laura reconoce algo doloroso —“yo también fui responsable de tu ida”— y entendemos que la salida de Ana no fue solo económica, sino un duelo afectivo, moral e íntimo.
La maternidad añade otra capa fundamental. Cuando Laura recuerda su embarazo y la decisión de “asumir la estupidez, ser yo, tener mi hijo”, revela que su autonomía siempre se ha construido a contracorriente. Su vida entera es una resistencia silenciosa: ante los hombres, ante el Estado, ante las expectativas sociales. Por eso el abrazo final —ese gesto adolescente que aparece casi como una memoria física— funciona como un refugio: en medio de las ruinas políticas y emocionales, lo que permanece es la amistad.
Todo esto está sostenido por el monólogo interior, una de las grandes fuerzas del corto. Laura se habla a sí misma, pero esa voz no es solo introspectiva: es el espacio donde ocurre el conflicto. Dentro de ella chocan dos discursos: el oficial, interiorizado durante años —la moral revolucionaria, el deber— y el íntimo, donde emergen la duda, la fragilidad y el desencanto. Mientras más intenta callarse, más fuerte suena esa voz interna. El silencio deja de ser quietud: se vuelve ruido, resistencia, desorden emocional. Es un lenguaje atrapado porque el entorno ya no ofrece palabras para lo que siente.
Desde los primeros minutos vemos cómo conviven mundos que ya no encajan: turistas, policías, prostitutas (ahora llamadas jineteras), religiosas, trabajadores. El hotel funciona como un laboratorio social donde chocan vigilancia estatal y economía dolarizada. No hace falta un discurso explícito; la contradicción está en los gestos, en las miradas, en la incomodidad del espacio.
A continuación, es importante señalar algo que ya había mencionado antes: quizá en los primeros años de la Revolución la prostitución fue concebida como un estigma social, una práctica que debía erradicarse para construir el ideal del “hombre nuevo”. Sin embargo, a lo largo del tiempo, el discurso oficial y la realidad cotidiana comenzaron a fracturarse. En Isabel, por ejemplo, ya escuchábamos aquella frase lapidaria —“Si yo tuviera algo de puta, todo sería más fácil”— que condensaba el deseo, la frustración y la consciencia de las desigualdades que atravesaban a las mujeres. En este corto, esa tensión evoluciona y se materializa: la figura de la jinetera ya no es solo una transgresora, sino una mujer cuya presencia se vuelve socialmente aceptada, justificada e incluso validada dentro del nuevo orden económico. El corto muestra ese salto histórico: de la condena moral al pragmatismo, de la vergüenza pública a la normalización.
Uno de los momentos más reveladores ocurre cuando Laura llama “compañero” al recepcionista. Él no le responde. La ignora por completo y, en cambio, dirige un “señora” a la extranjera que tiene al lado. Ese gesto, aparentemente mínimo, evidencia un país que ha cambiado de idioma: del lenguaje igualitario e ideológico al lenguaje del mercado. La cortesía se desplaza hacia quien trae divisas, no hacia quien comparte códigos y valores. Es un detalle breve, pero resume el choque entre la Cuba revolucionaria y la Cuba del turismo, dos mundos que conviven con fricción.
El monólogo también reconstruye la herida del exilio. Cuando Laura dice “venir a verte me hace sentir la misma soledad de cuando fui a despedirte”, se abre un abismo emocional que nunca logró cerrarse. La película mezcla despedidas, documentos entregados —o arrebatados—, consignas políticas y la llegada de extranjeros con baratijas convertidas en tesoros. El resultado es un retrato casi grotesco del mercantilismo y la desigualdad.
La escena central del lobby, donde Laura es percibida como prostituta por el simple hecho de estar sola, expone una violencia simbólica inmediata: no importa lo que diga, la mirada ajena la clasifica. Esa clasificación la obliga a preguntarse quién es, qué hace allí, qué queda de ella en ese nuevo orden. La carta de Ana aporta un contraste: la “centrífuga” del emigrado, la velocidad, la productividad, la soledad de un ritmo que no coincide con el de la isla. Esa distancia emocional es la verdadera separación entre ellas.
El final recoge todo lo anterior. Laura reconoce que solo ella puede saber quién es su amiga ahora, sin juicio ni moral institucional. El tiempo que tarda el ascensor en bajar, piso a piso, se convierte en metáfora de las experiencias acumuladas, las culpas y las transformaciones. Y ese abrazo adolescente señala que, incluso en medio de los cambios sociales, económicos y personales, los afectos esenciales sobreviven.
El español del corto —que analizaremos en un episodio aparte— es un idioma híbrido: cotidiano, profesional, burocrático, melancólico y reflexivo. En Laura se escucha una transición: pierde el lenguaje revolucionario y aún no encuentra otro para nombrar su presente. Expresiones como “qué facha”, “comemierda”, “mandar al carajo” o “me resta puntos” revelan una época marcada por la ironía, la resistencia y la búsqueda de autenticidad. Incluso el contraste entre “compañero” y “señor” funciona como un marcador sociolingüístico de un país en transformación. Laura pasa de vivir en una comunidad donde todos parecían iguales y se creía en la construcción de un “hombre nuevo”, a habitar un país marcado por el éxodo, la pérdida y la certeza de que aquello que fue ya no volverá.
Así, Laura no solo cuenta la historia de una mujer; también cuenta la historia de un país que cambió sin haber encontrado todavía las palabras adecuadas para narrarse.
Y, al final, queda una pregunta:
¿qué puede hacer una mujer como Laura cuando el mundo que la formó ya no existe… y el nuevo no tiene un lugar para ella?
Si te interesa profundizar en el español cubano que aparece en este corto, no te pierdas el próximo episodio, dedicado exclusivamente a su lenguaje.
Antes de despedirme, te invito a visitar mi sitio web: www.amaelespanol.com.
Allí encontrarás un catálogo de cine cubano (en construcción), fichas técnicas, análisis discursivos, análisis lingüísticos con los minutos exactos donde aparece cada expresión y enlaces para ver las películas en línea.
Gracias por escuchar Cine cubano en voz alta.
Nos encontramos en el próximo episodio.


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Si te gustó este episodio, descubre más análisis, vocabulario y expresiones del español cubano en el blog Cine Cubano en Voz Alta.
Cada película abre una ventana distinta a la lengua y a la cultura de Cuba.

Podcast Cine Cubano en Voz Alta — análisis de Laura en Mujer Transparente
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