Podcast: Isabel en Mujer Transparente

Podcast: Isabel: la mujer invisible del cine cubano

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Transcripción
Podcast: Isabel en Mujer Transparente. La mujer invisible del cine cubano

AmaELEspañol: el español cubano contado desde sus películas.
Hola, soy Ada Iglesias, profesora de español —especialmente en su variante cubana— y doctorante en cine cubano contemporáneo. Mi investigación se centra en las películas realizadas en Cuba a partir de los años noventa, una etapa marcada por cambios políticos y sociales profundos, en la que muchos cineastas transformaron no solo su forma de contar historias, sino también su manera de expresar aquello que no podía decirse abiertamente.
Me interesa especialmente cómo el cine cubano de esos años utiliza el lenguaje cotidiano, los modismos, el humor y la oralidad popular para expresar tensiones políticas, afectivas y sociales de manera velada: a veces irónica, a veces simbólica, y siempre inteligente.
En el cine pos–80, la crítica directa casi no aparece. Lo que aparece es el susurro, el gesto mínimo, la metáfora, la elipsis, el doble sentido. Y mi trabajo —y este podcast— consiste precisamente en escuchar esas zonas de silencio y descifrar cómo el lenguaje funciona como rebeldía, como refugio y como comentario social.
Por eso decidí crear este espacio: para analizar películas cubanas desde lo íntimo, lo lingüístico y lo simbólico; para mostrar cómo detrás de cada frase cotidiana, de cada expresión popular, de cada diálogo aparentemente inocente o incluso de cada imagen pintada en una pared, late siempre una lectura crítica de la vida en Cuba.
Y para empezar, hoy nos adentramos en Mujer transparente y, en particular, en su primer corto: Isabel, una pieza fundamental para entender la subjetividad femenina antes del “Período Especial” y la importancia del lenguaje como espacio de libertad interior. Aquí empezamos pues el episodio: 
Isabel: cuando el silencio habla más que la palabra
Isabel cuenta la vida de una mujer trabajadora que sostiene al mismo tiempo el empleo, la casa, el matrimonio y el peso emocional de todos los que la rodean. A través de su rutina, sus silencios y su monólogo interior, el corto revela la distancia entre el ideal socialista de igualdad y la realidad doméstica de una mujer agotada, invisibilizada y atrapada en una ética del sacrificio. No vemos un conflicto espectacular, sino algo más profundo: la vida íntima de una mujer que parece funcionar para todos, excepto para sí misma.
La película se produjo en 1990, justo antes del Período Especial, cuando el país ya comenzaba a mostrar grietas materiales y emocionales. Fue una idea de Humberto Solás, con Orlando Rojas como asesor, y cada corto estuvo a cargo de un cineasta diferente. Esa estructura fragmentaria permite que cada historia tenga su propio tono, pero todas comparten una pregunta de fondo: ¿qué pasa con la mujer que sostiene el hogar, la familia, la disciplina y la moral… cuando nadie la sostiene a ella?
La película abre con una frase que funciona como declaración ética:
“Detente, detente. Siempre puedes detenerte y elegir.”
Sin embargo, esa libertad se desvanece enseguida. En cuestión de segundos, irrumpe la voz de Radio Reloj citando a Vilma Espín, entonces presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y símbolo del feminismo institucional socialista:
“El primer deber humano es responsabilizarse con los hijos que se procrean, educarlos, darles afecto y encaminarlos para la vida y la Revolución.”
Es decir: libertad… pero con condiciones. El exordio invita a elegir, pero la voz del Estado corrige: la maternidad es deber, no decisión. Esta tensión entre deseo y deber, entre elección y mandato, atraviesa todo el corto de Isabel.
A partir de aquí, la figura de Isabel se vuelve el eje del relato. Isabel es la mujer que lo hace todo: trabaja en una oficina, organiza la casa, atiende a su esposo, sostiene emocionalmente a todos. Es soporte, sostén, columna invisible. Su frase “Ni un problema más en mi vida” no es casual: es la síntesis de una ética femenina del sacrificio. Las mujeres no deben molestar, no deben pedir, no deben alterar la paz familiar.
Su esposo no es violento, ni grosero… y eso es lo inquietante. Es el hombre común, producto del paternalismo suave: habla, pero no escucha; pregunta, pero no atiende. Cuando Isabel dice “Él que me conoce menos que nadie”, está describiendo un matrimonio donde la convivencia produce distancia, no intimidad.
Esta distancia se agrava con la doble jornada, un fenómeno central en su vida. Isabel participa plenamente en el trabajo público, pero en el ámbito privado todo sigue igual. La casa es su responsabilidad. La maternidad, su destino naturalizado. El deseo, un territorio sospechoso. Y mientras ella hace malabares, los hombres disfrutan espacios de ocio. La escena de los hombres jugando dominó lo resume por completo: lo masculino se reserva para el ocio; lo femenino, para la responsabilidad permanente.
En este contexto, aparece una de las frases más potentes del corto:
“Si yo tuviera algo de puta todo sería más fácil.”
Lejos de ser misoginia, expresa una liberación frustrada. En su pensamiento privado, la “puta” no es una figura degradada, sino la mujer que rompe el control moral, la que elige, la que actúa. La “decente”, en cambio, es la que está atrapada en la renuncia. Esta idea anticipa temas que aparecen en otros cortos de Mujer transparente, donde la prostitución se presenta como un espacio ambiguo: estigmatizado, sí, pero también vinculado a un margen posible de autonomía.
Esta frase dialoga directamente con el ensayo Habana Babilonia, de Amir Valle, donde la prostitución en Cuba se retrata como un fenómeno lleno de tensiones: marginal y condenado por el discurso oficial, pero también asociado a estrategias de supervivencia y, en ocasiones, a una forma mínima de libertad frente a estructuras rígidas. Dentro de esa tradición cultural, la “puta” es, paradójicamente, la mujer que por un momento puede elegir fuera del mandato moral.
Y mientras todo esto ocurre, hay otro elemento fundamental: ¿cómo habla Isabel? Su manera de hablar es identidad, cansancio, humor, crítica y refugio. Su español cubano atraviesa todo el corto.
Aparecen primero las metáforas domésticas, muy características del habla cubana. Isabel se describe con imágenes del mercado, de la cocina, de la calle: “fresca como una lechuga”, “col encurtida, sosa y agria”, “cara de policía de tránsito”. Son imágenes concretas, fácilmente reconocibles. En Cuba, muchas emociones se expresan así: con objetos reales que cualquiera puede imaginar.
Luego vienen los verbos reinventados. Cuando Isabel dice “soy una sacacuentas”, quiere decir que lo controla todo. Y cuando habla de “chapistearse”, usa un cubanismo que viene del mundo de los autos. En Cuba, el chapista es quien repara la carrocería de un carro viejo; “chapistear” es hacerle mantenimiento a un auto desgastado para que siga funcionando. En el habla cotidiana, especialmente entre mujeres, “chapistearse” pasó a significar arreglarse físicamente: maquillarse, hacerse el pelo, cuidarse la piel. Es como decir “déjame arreglarme un poco, déjame mejorar la carrocería”. Por otra parte, “hay que inventarla” significa resolver, improvisar, encontrar una salida ingeniosa en medio de la falta de recursos.
También aparece la fonética cubana, mostrada de manera muy natural en el corto. Escuchamos, por ejemplo, ese “pérate” dicho en lugar de “espérate”, la aspiración de la “s” final, la caída de consonantes… y frases como: “vamo’a dormir, anda, que tú ehtah cansa’o y yo también.”
Nada de esto es caricatura: es una representación fiel del registro popular urbano habanero.
Recordemos que en Cuba —y especialmente en La Habana— la “s” al final de sílaba o de palabra suele pronunciarse como una aspiración suave, parecida a una “h” inglesa o a un soplido leve. A este fenómeno se le llama aspiración de la “s”.
A veces la “s” no solo se aspira, sino que directamente desaparece, sobre todo en los plurales o en palabras como “los” y “las”, que se convierten en “lo” y “la”.
La aspiración produce ese sonido de exhalación que suaviza la palabra, mientras que la omisión elimina por completo la consonante y hace que la frase suene más rápida y coloquial.
​​Y para que puedan sentir un poquito mejor cómo suena esto en la vida real, les voy a leer ahora un pequeño texto inspirado en la propia película, pero “a lo habanero”, con la musicalidad del habla de La Habana.
“Mira, mi’ja, vamoh a ve-l’. Hoy me levanté tempranito, mah’ o meno’ a la misma hora ‘e siempre, y ya el día venía carga’o. Fregué, limpié, atendí a loh niño’, y cuando por fin me senté un momentico, oí al viejo decir: ‘pérate, que ehto no eh’ así’. Y yo ahí, respirando, porque una vive resolviendo, inventando, chapisteándose pa’ seguir pa’lante. Pero na’, al final me dije: ‘vamo’ a seguir, que si me pongo a pensar demasia’o, no avanzo’. Y así, entre un suhpiro y otro, se me fue el día entero.”
Todo esto forma parte del español cubano cotidiano y el corto lo reproduce con una naturalidad que ayuda a construir la identidad lingüística de Isabel sin exageraciones y sin estereotipos.
Además, la película pone en diálogo dos Cubas que hablan idiomas distintos. El marido utiliza el registro burocrático del aparato estatal —“compañero”, “cuadro”, “rectificación”—, mientras que Isabel habla con imágenes sensoriales, humor y cansancio. Conviven en la misma casa, pero no se encuentran.
Y también surgen expresiones que sitúan el habla cubana en su contexto. “Pepillo”, por ejemplo, se usaba para referirse a una persona joven, presumida y siempre a la moda, sobre todo entre los años cincuenta y ochenta. En cambio, expresiones como “medio tiempo”, para hablar de mujeres alrededor de los cuarenta, o “chirrín chirrán”, que significa “se acabó el asunto”, siguen plenamente vigentes en el español cubano actual. Todo este repertorio convierte a Isabel en un personaje profundamente cubano. Su manera de hablar no solo la describe: la reivindica.
Y en este punto llegamos a la dimensión sociopolítica. El Estado socialista cambió la vida pública, pero no la privada. La igualdad no llegó a la cocina, ni a la cama, ni a la intimidad emocional. El corto confronta, sin mencionarla directamente, el modelo de mujer promovido por Vilma Espín: la madre revolucionaria, disciplinada, sacrificada. Pero ese modelo deja fuera el deseo, el cansancio, la frustración y la subjetividad real.
Recordemos también su frase sobre “chapistearse”. No habla solo de belleza: está diciendo que su cuerpo es tratado como un objeto que debe mantenerse para seguir siendo útil, igual que un Plymouth viejo. Es humor, sí, pero también crítica. Muestra cómo se espera que la mujer se conserve, se mantenga y se arregle incluso cuando está exhausta. Y, lo que es más doloroso, revela cómo esa mirada machista ha sido interiorizada por ella misma: la idea de que su cuerpo es una carrocería que debe mantenerse “presentable” se ha repetido tanto que termina integrándola a su propia visión.
Ese humor sobre los cuerpos desgastados es crítica social pura. La mujer aparece como vehículo de servicio, no como sujeto de deseo ni de cuidado.
Al final, Isabel no grita, pero su silencio pesa más que cualquier discurso. Este corto no habla solo de ella: habla de una generación entera de mujeres que sostuvieron un país desde la invisibilidad.
Y la pregunta que nos deja es simple y profunda a la vez:
¿Cuántas Isabeles siguen existiendo hoy?
Mujeres que se hablan a sí mismas, que sostienen a todos, mientras nadie las escucha.
Antes de despedirme, te invito a visitar mi sitio web: www.amaelespanol.com.
Allí encontrarás un catálogo de cine cubano —actualmente en construcción— con la ficha técnica de cada película, un análisis discursivo y un análisis lingüístico con todas las expresiones que aparecen en ellas —incluyendo los minutos exactos donde se escuchan—, además de los enlaces a las plataformas donde puedes verlas en internet.
Si te interesa el español cubano, la cultura de la isla o simplemente descubrir un cine que dice mucho incluso cuando parece callar, AmaELEspañol es un buen punto de partida.
¡Nos escuchamos en el próximo episodio… donde seguiremos desdibujando silencios y revelando lo que el cine cubano quiere decir entre líneas!

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Si te gustó este episodio, descubre más análisis, vocabulario y expresiones del español cubano en el blog Cine Cubano en Voz Alta.
Cada película abre una ventana distinta a la lengua y a la cultura de Cuba.

Podcast Cine Cubano en Voz Alta — análisis de Isabel en Mujer Transparente
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