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Entre lo dicho y lo sugerido: la verdad de Laura de Mujer Transparente

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Transcripción
Expresiones de Laura en Mujer Transparente. La verdad entre lo dicho y lo sugerido.
Bienvenidos a AmaELEspañol, donde exploramos el español cubano a través de sus películas. Este es Cine cubano en voz alta, un espacio para entender la isla desde lo que sus historias muestran… y también desde lo que callan.
Soy Ada Iglesias. Trabajo con el español en su variante cubana y desarrollo una investigación doctoral sobre el cine cubano contemporáneo. Hoy quiero invitarte a recorrer el universo lingüístico de Laura, el quinto corto de la película Mujer Transparente del año 1990. Este segmento, dirigido en plena crisis de finales de los años 80, captura el habla popular de la época, sus códigos sociales y esa tensión constante entre lo íntimo y lo político. A través de las expresiones que utiliza la protagonista podemos reconstruir no solo un modo de hablar, sino también una forma de habitar la realidad.
Desde el inicio, Laura recuerda que “vivíamos en la luna”, es decir, estábamos completamente ajenos a lo que pasaba. Esta frase marca el tono del relato: un pasado donde la ingenuidad convivía con una crisis que avanzaba silenciosa e imperceptiblemente.
Más adelante, cuando escuchamos “qué facha”, Más adelante, cuando escuchamos “qué facha”, se refiere a un típico comentario sobre el aspecto o la pinta de los jóvenes en las fotos, que usamos mucho en Cuba. Hay humor y creatividad cuando confiesa que tenía “las pestañas entortadas de betún a falta de Maybelline”, o sea, usaban betún de zapatos como máscara de pestañas, una muestra directa de la escasez y de la inventiva cotidiana. Yo misma recuerdo haber usado en la playa una mezcla de miel con té en lugar de bronceador, y terminar llena de moscas y de insectos que me comían bajo el sol.
A partir de aquí entramos en un terreno más ideológico. “Ser un gusano” significa ser desafecto al sistema político, alguien visto como opositor. Más adelante, las consignas “Pin, pan, fuera; abajo la gusanera” retoman esa misma lógica, al igual que el término “escoria”, usado oficialmente para referirse a quienes emigraban o se apartaban del discurso revolucionario.
En este punto conviene detenerse en un fenómeno más amplio: el gobierno cubano ha utilizado, durante décadas, un sistema muy particular de metáforas políticas para nombrar la realidad. No se trata de episodios aislados, sino de un mecanismo constante. El propio término “Periodo Especial” es un ejemplo claro: un nombre metafórico que suaviza la magnitud de la crisis económica más dura del país. Lo mismo ocurre con palabras como “comunidad” —para referirse a los cubanoamericanos— o con categorías como “gusano” y “escoria”, que permiten clasificar moral y políticamente a grupos enteros de ciudadanos que se oponían al gobierno, o que simplemente tomaban la decisión de emigrar.
Con los años, esta práctica ha crecido hasta convertirse en un entramado complejo de metáforas políticas con un fuerte metatexto, donde la vida cotidiana queda atravesada por expresiones cargadas de ideología que, a su vez, remiten a otras metáforas. Muchas de estas palabras salieron primero de la estructura oficial —los discursos, las consignas, la prensa, las campañas— y luego pasaron al habla popular, donde se reinventaron, se endurecieron o se suavizaron, pero nunca quedaron neutrales. Ese tránsito constante entre lo institucional y lo cotidiano ha creado un ecosistema lingüístico único, donde cada término lleva consigo una historia de poder, pertenencia, vigilancia y rebeldía.
En el plano emocional, Laura suelta un “es tan jodí’o esto de…”, una manera muy cubana de expresar que algo resulta profundamente desagradable. Y cuando menciona “tener familia en la comunidad”, está hablando de tener parientes en Estados Unidos, una frase que solo se entiende en su época, cuando emigrar definía el destino de una familia entera.
Los insultos tampoco faltan. “Esa hija de puta” sirve para señalar a una mala persona, mientras que “este par de comemierdas” denuncia la arrogancia o la hipocresía. Y en medio de este desahogo surge la burocracia bajo un eufemismo: “hacer una gestión”, que no es más que realizar un trámite, con todo el peso institucional que eso tenía —y tiene— en Cuba.
Un momento especialmente revelador aparece en el contraste entre “compañero” y “señor”. El primero pertenece al lenguaje revolucionario; el segundo, al turismo que comenzaba a instalarse. Ese choque lingüístico anticipa la convivencia de mundos económicos, ideológicos y simbólicos que ya no encajaban entre sí.
También encontramos una pequeña reflexión gramatical disfrazada de queja: “no sé qué se piensa la gente que trabaja en estos lugares”. Ese pronombre «se» funciona como una forma enfática para indicar que alguien cree algo de manera intensa o absoluta. El uso pronominal con «se» (o «me», «te», etc.) se usa para intensificar la idea, similar a «creerse» o “imaginarse” algo en el sentido de tenerlo como seguro.
En un registro más afectivo, Laura describe a la abuela de Ana como “un personaje”, alguien peculiar, distinto y ajena a convencionalismos. Y recuerda que ella “nos dejaba hacer de las nuestras”, es decir, permitía travesuras, libertades y pequeñas rebeldías. Igual de coloquial es “tu punto fijo era…”, la expresión usada para referirse a la persona que más le gustaba.
El lenguaje íntimo también entra en escena. “Me lo metieron por los ojos” significa que la presionaron para aceptar algo. Luego explica qué significaba “ser virgen” en aquella época: no haber tenido relaciones sexuales, pero —y esto es clave— ese hecho “le restaba puntos”, le bajaba estatus social entre sus amigas. Recordemos que Cuba era un país con gran libertad sexual y con pocos prejuicios morales en comparación con otros contextos latinoamericanos, lo que hace aún más evidente cómo operaban estas jerarquías entre mujeres jóvenes. A eso se suma la expresión “hacerse un legrado”, entendida popularmente como abortar. En Cuba era una práctica legal y frecuente, utilizada con tanta regularidad que, en muchos casos, terminó funcionando de manera casi abusiva como sustituto de métodos anticonceptivos seguros y accesibles.
La frustración se expresa con frases como “mandar al carajo”, que significa romper, rechazar o ponerle fin a algo o a alguien. Y cuando Ana dice que vivía “dentro de una centrífuga”, está describiendo un ritmo acelerado, sin descanso, propio de la vida en el exilio y de esa búsqueda constante por estabilizarse.
Finalmente, cada una de estas expresiones funciona como una pieza de memoria. Son huellas del habla cubana en el filo del Periodo Especial, un momento en que el lenguaje absorbió lo político, lo cotidiano, lo íntimo y lo corporal. Escuchar a Laura es escuchar a un país en transición: una mujer que narra su vida mientras, sin proponérselo, revela la historia profunda de su tiempo.
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